Gestalt, una terapia de integración

La bitácora de Ricardo Klein comenzó a escribirse hace 42 años. Cuarenta y dos años de trabajo clínico que incluyeron diversas formaciones, una clínica que fue modificándose al igual que el crecimiento de un árbol. A medida que crecían los aros de su tronco iban incorporando lo nuevo e integrándolo.

Merced a su labor de transmisión en diversas instancias formativas y académicas, tal pluralidad –que frecuentemente genera conflictos insolubles– fue puliendo sus aristas dilemáticas. A lo largo de los capítulos de este libro es posible vislumbrar que ha sido a partir de la necesidad de responder interrogantes de maneras creativas, priorizando problematizar en lugar de sostener dilemáticas posiciones, y en desacato a ortodoxias y a credos repetitivos, que Klein ha ido constituyendo una singular matriz de desarrollos conceptuales.

Tomando como eje el concepto central de este libro –la integración–, se renuevan los sentidos de qué significa mantener las diferencias, invitando a discriminar sus componentes y a sostener los conflictos, trazando fronteras permeables ahí donde nos aventuramos a relaciones y también a pergeñar teorías.

Hoy no es sorprendente escuchar la afirmación de que la identidad –eso que decimos ser– no existe como tal. Lo que sí resulta atractivo y sorprendente es cómo en este libro se dibujan los acontecimientos que cuentan cómo esa identidad que no existe se constituye en cada frontera de contacto. Una de las vías develadoras para acceder a esto es que moral y clínica andan a contrapelo, y que la segunda es soberana. Porque lo que cura en psicoterapia es el vínculo, a través de las heridas de ambos participantes, y ligada a los grados de libertad de cada cual.

El libro comienza con una cita que, parafraseándola, dice así: “¿Para qué uno vive si no es para juntar sus pedazos?” Podemos referirla a la vida de cada uno de nosotros, cuya finalidad es nuestra integración.